El edificio resulta ganador en el concurso para diseñar una sede destinada destinada a la enseñanza superior de música.
Un denso programa de necesidades en un solar encorsetado, nos condiciona a disponer del volumen máximo permitido por la normativa.
La gran compartimentación del mismo, obliga a estirar la superficie de fachada para conseguir iluminar todos y cada uno de los espacios del futuro edificio.
Curiosamente, de esta necesidad nace la distinción formal del edificio: Tres grandes incisiones tallan la pieza mediante unas cortes limpios y cristalinos, mostrando su interior brillante a la ciudad.
El contraste entre la fachada externa de aluminio lacado en negro y la interna de vidrio dorado acercan este edificio a la simbología musical.
El volumen rodea y protege una valiosa pieza en su interior: El auditorio. El mismo se configura como núcleo vital del edificio.
Se trata de un corazón dorado. Su resplandor se proyecta a la ciudad a través de los patios cristalinos, como grandes pantallas acústicas doradas convertirán al centro Superior de Música del País Vasco en un conjunto reconocible para todos